Sunday, October 22, 2006

Hoy tuve que aceptarlo.
Abrí mi pesada maleta, saqué los sacos, las chaquetas, las bufandas y los gorritos. En ella guardé mi ropa de verano, junto con los bellos momentos, las alegrías y amarguras que por tres meses llevé encima. La lluvia trae consigo nostalgia, en otra época de mi vida me habría hecho llorar. Pero ahora, mucho más fuerte y serena, trato de no ver a través de la ventana. Trato de no entristecerme y pensar.
Esta mañana, por otro lado, me levanté con un dolor de cabeza de esos que sierran el cerebro, posiblemente a causa de la dosis un tanto "elevada" de azúcar que el antojo producido por el clima frío me incitó a ingerir el día de ayer a la hora del desayuno y luego en la noche, en la crepería. Grave problema. No me gusta el frío, pero no me acongojará. Eso no lo permitiré.

Trataré de seguir caminando bajo el calor, abrigada, con la nariz y las manos coloradas. Seguiré pensando que el verano sigue, aunque deba pelear con el paraguas que se deja vencer por el fuerte viento de este otoño que llegó sin ni siquiera avisar.

2 comments:

ana said...

brrrr
que valiente,
sigue así

Anonymous said...

Hay gente que vive con un invierno dentro de su cuerpo. Pero me encanta ver como tu eres capaz de mantener un verano eterno, a pesar del frío a menos cero, de la lluvia y de la pesadez de la última (y primera) estación del año.
De verdad, cada vez me doy más cuenta de que eres realmente admirable.
Un beso y un abrazo en la distancia.