Wednesday, February 28, 2007

Cuando siento que algo se acerca a su fin, me duele fuerte el estómago, luego sube a la cabeza y termina en el corazón. Paso saliva, me muerdo los labios, me tiemblan las manos más de lo que ya tiemblan de por sí, me dan picotazos extraños en la espalda y me duelen los pies. Una a una empezamos a buscar la forma de cerrar con llave esta etapa, y si por cosas del destino el final es el que nos encuentra, pues miramos a ver como cerramos el broche de oro, apresurando el paso obligadas por una u otra oportunidad o, sencillamente, porque es hora de volver.

Nos acostumbramos a las palabras, a las miradas, a sentir que hemos estado aquí toda la vida, con amigos de toda la vida y llevando encima una rutina que bien podriamos estar viviendo en nuestros respectivos países. Bebemos, tomamos café, caminamos, compramos cosas, conocemos amores, nos estresamos sobremanera, sueteres fuera en agosto, abrigo y gorro en navidad. Duele, duele sentir que el final de cada una de las personas que quiero en este país, será un final para cada una de mis historias, y que mi final a su vez lo será para alguien más. Duele pensar que lo que el año pasado veíamos como un gran signo de interrogación ahora va tomando forma de respuesta contundente. Duele y mucho.

Una a una...regreso a casa....una a una vamos poniendo el candado al baúl de tesoros, una a una vamos levantando la mano, una a una estiramos los brazos..

2 comments:

ana said...

:(
no, nada de esto,
nada de tembladeras,
y sobre todo nada de finales,
¿vale?

Món said...

Pues no sé que decir, tengo el corazón apachurrado desde hace un buen rato. Sé que es un tópico, pero la verdad es que odio las despedidas. Las odio. además esto no será una despedida, estoy segura mi parce. Y como no me voy a poner a chillar sólo te dejo un beso y un abrazo. Te quiero amiga.